Burgos -Enfermería
Estimados (as):
Seguramente
la mayoría de ustedes, ha recibido de otras fuentes noticia de la muerte de
Monseñor Gonzalo ("P. Gonzalinho" como quería ser llamado y le llamaban
en la misión de Calunda y Cazombo). Estuve en la casa de mi
hermana esta semana; no tenía
acceso a Internet. Ayer,
las consultas entre el dentista y la consulta médica, dejé abiertos muy
rápidamente los mensajes de correo electrónico, sin darme cuenta de que había
uno de D. Tirso, que comunicaba la muerte de Monseñor Gonzalo. Yo les digo que
me dio mucha pena y tristeza. Sabemos
de sus sueños y optimismo.
En
la declaración anterior tienen una información más "técnica". Quiero
exponerles brevemente como fueron nuestras últimas conversaciones con él, lo
que hablamos y le sugerimos. La
fiesta de San Juan de la Cruz pudo entrar en la nueva casa (todavía en
construcción). Como
se decidió que el P. Mariano y yo volviesemos a finales de abril (nuestra
licencia vino del Provincial y después de un año teníamos que volver); después
del año nuevo Monseñor Gonzalo decidió ir a Luena (y a otros lugares), se fue a
hablar
con un matrimonio (amigo y refrendado por las hermanas teresianas) que ya sabía
y que estaba dispuesto a ir a vivir a la misión en Calunda. También
quería hablar con D. Tirso de su decisión
ya firme y que quería continuar la misión en Calunda. Esta
pareja viviría con él y le haría el servicio de la casa y los movimientos por
los alrededores. Un
par de semanas antes de que (Mariano y yo) hubiéramos viajado, había decidido
que seguiría en Calunda con esta pareja. El fin de semana celebramos la misa de
despedida, hablamos con la comunidad acerca de su estancia y quedamos libres para
seguir nuestro viaje. Antes
de realizar estos planes, el P. Mariano, al regresar de Cazombo trajo la
noticia de que Monseñor había cogido la malaria, que se le había alterado su diabetes y que
había estado en el hospital durante cinco días. El
médico le había pedido que se quedara en Luena, incluso durante un mes, para
revisarle y hacer seguimiento. Decidimos
entonces, el Padre Mariano y yo ir a Luena a decirle adiós, porque a continuación él sólo
seguiría para Calunda más tarde. Hemos hablado mucho con él. Quisimos
disuadirle de la idea de irse solo a Calunda, pero él, muy tranquilo y sereno, pero muy determinado, se mantuvo firme en su
propósito. Quién
puso más argumentos fue el P. Mariano. Nos
dijo que cada uno tiene una vocación específica, única, y que le dejásemos seguir
esta vocación. La suya era esta
vocación. Y
si tuviera que morir en la misión Calunda, que le enterrasen allí. Le
dijimos que, a nuestro parecer, al menos debería quedarse en la misión para
Cazombo, donde hay una comunidad de hermanas, donde había permanecido durante
meses y donde había estado bien. Pero él estaba decidido por
ir a la misión de Calunda. Se
quedó cautivado por estas personas y la gente estaba encantada con él, a pesar
de haber vivido poco tiempo allí. Quisimos,
en conclusión, a respetar su libertad y decisión. Sabíamos que
no sería fácil para él. Nos
pareció que con la malaria, su salud había quedado frágil. Dijo
que se iba a recuperar, pero me dijo que estaba casi sin apetito y le vimos bastante
pálido. Hemos
viajado de regreso a Brasil y no tuvimos más noticias. Me acaban de
responder a las hermanas de Cazombo, a quienes había escrito. Pero no me dan
noticias de Monseñor Gonzalo. Ciertamente no habían sabido nada
de él. Era de escribir muy
poco. La
noticia de que ahora recibo no es de él, pero no trata de él: murió Monseñor
Gonzalo. Quedé en
realidad muy dolorido. Creo
que esto ya son semillas para la reanudación de una futura presencia del
Carmelo en el territorio de Angola. Podemos
no estar de acuerdo con algunas actitudes y opciones tomadas por él, pero no
deja de ser un testimonio misionero corajudo, audaz y radical. No hay mayor
amor por un pueblo que dar su vida por él. Él
lo hizo. Oremos por
él y que su espíritu misionero nos contagie.
Un gran abrazo.
P.
Gilberto Hickmann
(Puede
pasar el mensaje a otros que así lo consideren pertinente)
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