Gijón
Cae una nueva hoja del calendario y con ella el mes de septiembre;
y amanece el mes octubre, mes de principio a fin misionero, que
intenta poner en nuestros ojos y en nuestros corazones un horizonte universal.
No puede tener un comienzo más feliz, dado que en su primer día festejamos a
Santa Teresita, la patrona de las misiones, patrocinio que ejerce juntamente
con S. Francisco Javier.
Santa Teresa de Jesús, días más adelante, el día 15 de octubre, también
será para los Carmelitas un “despertador” que aviva nuestra condición
misionera, a veces adormecida por la falta de estímulos que mantengan en alto
la tensión evangelizadora que nace de nuestra condición de seguidores de Jesús.
Y unos días más tarde nos encontramos con el DOMUND, el domingo
“misionero”, domingo, día 20. Este año con el lema: “Fe + caridad = misión”.
Hacemos nuestra la intención
misionera del Papa para este mes y nos ayudamos de unas palabras de D.
Anastasio Gil, que de forma sintética nos hacen sintonizar con Sta. Teresita y
su alma misionera.
La intención misionera del Papa para este mes de octubre es ésta: “Para que la celebración de la Jornada Mundial
de las Misiones haga a todos los cristianos conscientes de ser no solo
destinatarios. Sino también anunciadores de la Palabra de Dios”.
Santa Teresa de Lisieux, Misionera en retaguardia
El mes de octubre se inicia con la memoria litúrgica de Santa
Teresa del Niño Jesús. No podría tener mejor pórtico de entrada el “Octubre
Misionero”. Recordar a quien la Iglesia ha proclamado Patrona de las Misiones y
poner todo el empuje misionero de este mes bajo su patronazgo, es una verdadera
gracia de Dios.
Mirar a Santa Teresita es contemplar una vida de entrega a Dios. Su
testimonio de vida espiritual es una invitación para que procuremos ir por el
"caminito" de la sencillez; nos enamoremos del Amor con todas nuestras
fuerzas; siempre y en todo procuremos cumplir la voluntad de Dios; y que el
celo por las almas devore nuestro corazón.
Esta mujer, enamorada de Dios y entregada a cumplir su voluntad,
resulta ser paradigma de los cristianos comprometidos con la misión. Vocación
misionera que brota de su fe en Dios y de su vocación de religiosa. Desde los
principios de su vida religiosa conserva muy claramente el ideal de su vocación
religiosa. El ideal misionero creció particularmente cuando la Superiora le
confió la “custodia” de dos misioneros jóvenes. Su correspondencia epistolar
con el P. Rouland y el P. Maurice Bellière, de quien se siente hermana, nos
permite sondear la profundidad que alcanza la dimensión misionera en su
vocación contemplativa: "Quisiera iluminar a las almas como los profetas y
los doctores. Quisiera, ¡oh amado mío!, recorrer la tierra, predicar vuestro
nombre y sembrar sobre el suelo infiel vuestra cruz gloriosa. Pero una sola
misión no me bastaría; desearía anunciar a un mismo tiempo el Evangelio en
todas las partes del mundo y en las islas más remotas. Quisiera ser misionera
no sólo durante algunos años, sino haberlo sido desde la creación del mundo y
continuar siéndolo hasta la consumación de los siglos" (Historia de un
alma).
Estas ansias incontenibles de hacer amar al Amor quedaron plenamente
saciadas en Santa Teresa de Lisieux cuando descubrió que el amor encierra todas
las vocaciones, que el amor lo es todo, puesto que es eterno y abarca todos los
tiempos y lugares: "Entonces, en el exceso de mi gozo delirante, exclamé:
¡Oh Jesús, amor mío!, mi vocación... al fin la he encontrado: mi vocación es el
amor. Sí, he encontrado mi lugar en el seno de la Iglesia, y sois vos, Dios
mío, quien me lo habéis dado; en el corazón de la Iglesia, mi madre, seré el
amor..., y así lo seré todo" (Historia de un alma)
Su legado misionero para quienes descubren en ella su compromiso con la
evangelización queda reflejado en este deseo: "Quisiera, oh amado, bien
mío, recorrer la tierra, predicar vuestro nombre y clavar en tierras infieles
vuestra cruz gloriosa. De ahí que Juan Pablo II en el mensaje del DOMUND 1997
dijera: “La vida y la enseñanza de Teresa corroboran el vínculo estrechísimo
que existe entre misión y contemplación: En efecto, no puede darse misión sin
una intensa vida de oración y de profunda comunión con el Señor y con su
sacrificio en la Cruz”.
Anastasio Gil García
Subdirector Nacional de Obras
Misionales Pontificias España