Superior Provincial
A
los hermanos uruguayos que inician el postulantado en El Prado (Montevideo)
Con
mucha alegría me acerco a ustedes para expresarles, por medio de unas palabras
de aliento, la comunión y el gozo de toda la Provincia de Burgos por el camino
vocacional que ahora empiezan. Después de años de sueños, ustedes recogen el fruto de tanta
oración de intercesión y de tantos anhelos de hermanos que han deseado que la
belleza del Carmelo Teresiano tuviera raíces sólidas en la querida tierra
uruguaya. En ustedes está significada la determinada determinación del Carmelo
del Vicariato de Uruguay-Bolivia-Paraguay de encarnarse cada vez más esa
tierra, que es la ustedes. No dejen de luchar para que esto se realice, ya que “la
lentitud en el esfuerzo es extraña a la gracia del Espíritu” (San Ambrosio).
Pongan
desde el primer día los ojos en Cristo, pues el Carmelo Teresiano no tiene otro
sentido más hondo que el de vivir en obsequio de Jesucristo. Cristo es buscador
de encuentros, ustedes lo saben muy bien porque se han visto sorprendidos por
su llamada. Con mil historias iniciadas, han sido invitados a una historia
nueva, con un nombre nuevo que ustedes llevarán escrito en el corazón.
Con
palabras de la Santa Madre Teresa, les digo: “Mientras puedan no estén sin tan
buen amigo… ¿Piensan que es poco un tal amigo al lado?” (C 26,1). En los días
luminosos le tendrán siempre al lado. Cuando entren en la noche del sentido y
no se entiendan ni le entiendan, Cristo les acompañará y les llevará al monte,
al mar, al desierto o a la otra orilla para que ensanchen el espacio de sus
tiendas y vean con más claridad el por qué profundo de sus vidas. Nunca les abandonará.
Cristo
les enseñará a orar en los momentos de intimidad. El Carmelo Teresiano es
oración, y, gracias a ella, experiencia de Dios. La Iglesia nos acoge como
hermanos que tienen como quehacer la oración. Lo que más embellece la vida del
ser humano es la amistad con Dios, cultivada día tras día en la oración. No se
acostumbren a los caminos trillados, entréguense por entero a Cristo para que
Él inunde con su gracia sus vidas. “¿Quién más amigo de dar si tuviese a quién?”
(F 2,7). Sin quitarles nada, les dará todo, con tal de que le den lo poquito
que tienen.
En
el camino descubrirán que “gran mal es un alma sola” (V 7,20) y que la belleza
de la vocación del carmelita teresiano está en la comunidad. Buscamos a Cristo
en comunidad, junto a los hermanos y hermanas de hoy y, contando también, con
los hermanos y hermanas que nos han precedido. Con ellos tendrán ustedes que
iniciar un camino de diálogo y aprendizaje, de amistad y ayuda mutua. Sobre
todo, la lectura asidua, desde el primer día, de nuestros Santos Padre Teresa
de Jesús y Juan de la Cruz, les ayudará a entender que el silencio es fecundo
cuando se abre a la Palabra, que la soledad es sonora cuando está habitada por
Dios, que el encuentro con la Trinidad es cena que recrea y enamora, que, en
definitiva, les ha tocado un lote hermoso porque las grandezas de Dios no se
pueden contar.
La
vida del carmelita, conviene que lo sepan desde ahora, es una parábola de Dios
para la humanidad. La transfiguración que Dios nos regala en los momentos de
intimidad con Él y con los hermanos es para acompañar a tantas personas que
tienen el rostro desfigurado por el hambre, el sinsentido, el dolor, la noche.
¡Enhorabuena,
hermanos! Ustedes son la alegría de Dios y la nuestra. Y sepan en todo momento
que les acompaña María, la Madre del Carmelo, la viña florida que llena de buen
olor todo los valles de lágrimas.
¡Feliz
camino, hermanos! ¡Dichosa aventura! Gracias por querer hacer realidad los
sueños de Dios para el pueblo uruguayo y para todos los pueblos. ¡Que Dios les bendiga!
Reciban cada uno el abrazo entrañable de todos nosotros: Pedro, provincial, y
hermanos y hermanas de la Provincia.