sábado, 18 de mayo de 2024

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Superior Provincial



Ordenación de Fray Gilberto en Tupa Roga (Asunción)


A Gilberto, hermano, sacerdote de Cristo para la Iglesia

 

Descalzos, por una inmensa alegría, nos acercamos a ti, zarza ardiente donde se realiza el misterio. Tu vida joven habla de tu opción clara por Jesús, el Señor de tu vida. Y Jesús, por pura gratuidad, quiere hablar, en tu sacerdocio, de su amor entregado hasta el extremo. ¡Qué maravilloso intercambio de amistad la de Jesús contigo!

 El pueblo está esperando tu ordenación sacerdotal de manos de Mons. Gonzalo del Castillo –muchas gracias hermano Gonzalo-. Los pobres están esperando la verdad de tu vida. Sí, Gilberto, los pueblos siempre están esperando a Jesús. Porque “si pierden la guía, que es el buen Jesús, no acertarán el camino” (6M 7,6). Y tú has sido llamado para poner delante de ellos la humanidad de Jesús, su libertad para amar y perdonar, su paz, su bondad, su vida, la que de verdad sabe a vida. ¡Qué tarea tan apasionante!

 ¿Qué te ha pasado en el camino, Gilberto? ¿Quién te ha ido ganando el corazón para el Reino de Jesús? ¿Quién te ha enamorado? Intuimos secretos, escondidos a la luz de nuestras miradas, que tú nos irás desvelando por el camino. La voz que has oído en el silencio: “tú eres mi amado”, ya se asoma en tu alegría, en tu entrega. El Espíritu ha llenado de vida tu pozo escondido; ahora tu vida es una cristalina fuente para que muchos sedientos se acerquen a beber.

¡Dichoso tú, Gilberto, que has creído! Lo que te ha dicho el Señor se cumple hoy. Tú eres señal de amor del Dios que nunca defrauda, porque es amigo de amar y de darse por entero. Si te mantienes siempre unido a Jesús, por más oscuro que aparezca el horizonte, habrá cada día una madrugada refrescante, los lamentos dejarán paso a cantares nuevos, siempre nuevos. Si sabes que todo es gracia, repartirás la gracia a manos llenas.

Gracias a la fuerza creadora de la Palabra, eres un detalle de Dios para su Iglesia, un icono de la luz en las cañadas oscuras, una fortaleza para las rodillas vacilantes. En cada eucaristía celebrada y vivida por ti, leeremos el amor entregado de Jesús para la vida de todos. Contigo miraremos la obra de Dios, para descubrir en su ternura entrañable la dignidad y belleza de todo ser humano. Eres, con Jesús, buen pastor. Como Él, vas a dar vida dando tu vida, vas a levantar la vida caída con el perdón a manos llenas, vas a enseñarnos a respirar el mismo aire del Espíritu que Él respira. ¡Qué suerte la tuya y la nuestra! ¡Hágase en ti su proyecto de vida plena para todos!

Jesús pone en tus manos su pan y su vino, alimento para todos los caminantes. Y una pasión de Evangelio, misionera, quemándote por dentro. Para que salgas a buscar lo que está perdido, a poner amor en la mesa del mundo, donde no hay amor. Te cansarás en las tareas, el polvo se te pegará a veces a los pies, pero junto a Jesús siempre encontrarás el descanso, y la vida te sabrá a nueva cada día. Después de hablar de Jesús a los demás, Él te esperará para hablar contigo, de corazón a corazón. Sus signos de vida, sencillos y verdaderos, serán carne de tu carne, humanidad nueva en la tuya, derroche de un pan partido y repartido. Él nunca se cansa de dar, todo viene de su fuente; solo su amor es digno de esa fe que propondrás a las gentes.

¡Deja, Gilberto, que hoy Jesús te vista de fiesta, que todos, en tu querida madre, te vistamos de fiesta! La fiesta es el amor que se entrega hasta el extremo, la alegría en la que se asoma la gracia, domo decía tu paisana Chiquitunga. Necesitamos verte, así, de fiesta, con ganas de imaginar el mundo nuevo que Dios quiere, cantor de sus maravillas allí donde seas enviado. Esto es lo que te ha enseñado María, la Madre del Carmelo, en tantos cruces de miradas.

Te impondremos las manos para que el Espíritu sople sobre ti sus inspiraciones creativas y te anime en las horas difíciles para poder tú animar a los que están en dificultad. Pon tu vaso debajo de su fuente para que bebas en abundancia y trabajes por la reconciliación, el más bello de los paisajes del Espíritu.

Todos nosotros: tu querida familia, tus hermanos y hermanas del Carmelo, de modo especial los del Vicariato de Uruguay-Bolivia-Paraguay y todos los que formamos la Provincia de San Juan de la Cruz de Burgos, tus amigos, los pobres de la tierra, alabamos y bendecimos a Dios que te ha llamado para una obra tan buena. Nos alegramos contigo; no sabes cuánto. Te felicitamos con todo el corazón. Junto con santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, te deseamos un comienzo, de bien en mejor cada día, de esta hermosa aventura, que lo es para toda la eternidad, diciendo y viviendo las palabras de Jesús que, hoy, pone en tus labios: “Tomad, esto es mi cuerpo… Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”. Gracias, Señor, por este don tan grande para la Iglesia, para el Carmelo Teresiano.



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