Superior Provincial
A Gilberto, hermano, sacerdote de Cristo para la Iglesia
Descalzos, por una inmensa
alegría, nos acercamos a ti, zarza ardiente donde se realiza el misterio. Tu
vida joven habla de tu opción clara por Jesús, el Señor de tu vida. Y Jesús, por
pura gratuidad, quiere hablar, en tu sacerdocio, de su amor entregado hasta el
extremo. ¡Qué maravilloso intercambio de amistad la de Jesús contigo!
¡Dichoso
tú, Gilberto, que has creído! Lo que te ha dicho el Señor se cumple hoy. Tú
eres señal de amor del Dios que nunca defrauda, porque es amigo de amar y de
darse por entero. Si te mantienes siempre unido a Jesús, por más oscuro que aparezca
el horizonte, habrá cada día una madrugada refrescante, los lamentos dejarán
paso a cantares nuevos, siempre nuevos. Si sabes que todo es gracia, repartirás
la gracia a manos llenas.
Gracias
a la fuerza creadora de la Palabra, eres un detalle de Dios para su Iglesia, un
icono de la luz en las cañadas oscuras, una fortaleza para las rodillas vacilantes.
En cada eucaristía celebrada y vivida por ti, leeremos el amor entregado de
Jesús para la vida de todos. Contigo miraremos la obra de Dios, para descubrir
en su ternura entrañable la dignidad y belleza de todo ser humano. Eres, con
Jesús, buen pastor. Como Él, vas a dar vida dando tu vida, vas a levantar la
vida caída con el perdón a manos llenas, vas a enseñarnos a respirar el mismo
aire del Espíritu que Él respira. ¡Qué suerte la tuya y la nuestra! ¡Hágase en
ti su proyecto de vida plena para todos!
Jesús
pone en tus manos su pan y su vino, alimento para todos los caminantes. Y una
pasión de Evangelio, misionera, quemándote por dentro. Para que salgas a buscar
lo que está perdido, a poner amor en la mesa del mundo, donde no hay amor. Te
cansarás en las tareas, el polvo se te pegará a veces a los pies, pero junto a
Jesús siempre encontrarás el descanso, y la vida te sabrá a nueva cada día. Después
de hablar de Jesús a los demás, Él te esperará para hablar contigo, de corazón
a corazón. Sus signos de vida, sencillos y verdaderos, serán carne de tu carne,
humanidad nueva en la tuya, derroche de un pan partido y repartido. Él nunca se
cansa de dar, todo viene de su fuente; solo su amor es digno de esa fe que
propondrás a las gentes.
¡Deja, Gilberto, que hoy Jesús te
vista de fiesta, que todos, en tu querida madre, te vistamos de fiesta! La
fiesta es el amor que se entrega hasta el extremo, la alegría en la que se
asoma la gracia, domo decía tu paisana Chiquitunga. Necesitamos verte, así, de
fiesta, con ganas de imaginar el mundo nuevo que Dios quiere, cantor de sus
maravillas allí donde seas enviado. Esto es lo que te ha enseñado María, la
Madre del Carmelo, en tantos cruces de miradas.
Te impondremos las manos para que el
Espíritu sople sobre ti sus inspiraciones creativas y te anime en las horas difíciles
para poder tú animar a los que están en dificultad. Pon tu vaso debajo de su
fuente para que bebas en abundancia y trabajes por la reconciliación, el más
bello de los paisajes del Espíritu.
Todos nosotros: tu querida familia, tus hermanos y hermanas del Carmelo, de modo especial los del Vicariato de Uruguay-Bolivia-Paraguay y todos los que formamos la Provincia de San Juan de la Cruz de Burgos, tus amigos, los pobres de la tierra, alabamos y bendecimos a Dios que te ha llamado para una obra tan buena. Nos alegramos contigo; no sabes cuánto. Te felicitamos con todo el corazón. Junto con santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz, te deseamos un comienzo, de bien en mejor cada día, de esta hermosa aventura, que lo es para toda la eternidad, diciendo y viviendo las palabras de Jesús que, hoy, pone en tus labios: “Tomad, esto es mi cuerpo… Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos”. Gracias, Señor, por este don tan grande para la Iglesia, para el Carmelo Teresiano.
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