Gijón
“Desierto” y “Monte”,
dos palabras que bíblicamente designan lugares privilegiados para el encuentro
con Dios. Y así fueron estos días de ejercicios espirituales pasados en el
Desierto de las Palmas de Castellón. Días, que han sido un alto en el camino
para, con más serenidad, encontrarnos con Dios, con los hermanos y con la
naturaleza. El buen ambiente o, como dirían los jóvenes de ahora, el “buen
rollo” reinante nos hizo sentir mejor la gozosa presencia de Dios. Han sido
días propicios para la oración y para la escucha. Y se escuchaba con muy buena
gana, porque el predicador, D. Juan Manuel Cotelo, director del documental “La
última cima”, que por cierto tuvimos ocasión de ver, no era un sacerdote que
hablaba subidas teologías. Hombre de profunda y convencida fe, hombre con mucho
mundo y muchas experiencias a sus espaldas en su aún joven vida, nos hacía más
amenos los encuentros ofreciéndonos miles de anécdotas y de historias por él
vividas, que acreditaban sus palabras. Días propicios para la convivencia con
otros muchos hermanos, unos conocidos, otros a los que ahora conocíamos y con
los que en un futuro no muy lejano tendremos mayor contacto, si el proyecto de
la reestructuración sigue su curso. Días en los que hubo tiempo para visitar el
museo de la casa, y en los que el clima nos permitió gozar de la belleza natural
del paisaje, bendecir ermitas recién renovadas, y otear el horizonte desde la
cima del “Bartolo”. Testimonio elocuente
de lo dicho son las fotos que han recogido numerosos instantes de tan gratos
días. Se nos antojan unas palabras de gratitud, tanto para los organizadores,
como para quienes tan dignamente nos atendieron en el antiguo monasterio del
Desierto
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